Tras descansar, y levantarnos mas tarde, dada la hora de “cierre” del día anterior, comenzamos lo que ha sido una de las rutas más duras de Japón, pero también más bonitas. Dada nuestra ubicación, cerca del monte Inari, comenzamos nuestro turismo en Kioto por Fushimi Inari y el monte Inari, donde se puede llegar andando o desde la estación de tren de Inari (que si tienes JR Pass puedes ir gratis).

Según nos acercamos nos dan la bienvenida dos grandes toriis que nos indican el camino a seguir para nuestra ruta del día, con el templo de Fushimi Inari como primera parada. Un templo precioso, donde comenzamos a notar las diferencias con los templos de Tokio, y donde predominan los jardines y zonas boscosas que rodean a los mismos.
Os recomendamos, si os gusta andar, que tras el templo os adentréis en el propio monte Inari, pues es una ruta impresionante, en ascenso todo el tiempo, y que seguramente en otra época del año se pueda hacer mejor, pues el calor nos derretía, pero que te permite disfrutar por un largo camino en cuesta o con escaleras, enmarcado por sucesivos toriis que te señalan el camino y que te adentran en un mundo de espíritus y templos del Japón más clásico.

El camino está rodeado por multitud de altares donde la gente de la zona realiza sus rezos y plegarias, deja sus mini toriis como tributo o bien llevan comida para presentar sus respetos en sus respectivos altares.

Una imagen impresionante que culmina en la parte alta del monte, desde donde se aprecia una vista preciosa de Kioto, momento en el que te das cuenta del gran ascenso que has realizado “sin darte cuenta”.

Realmente el camino es duro y largo, y el regreso, circular, no se te hace pesado por seguir acompañado de todo tipo de altares, templos y estatuas que te abren camino de vuelta al Templo Inari. El consumo de agua es ingente en esta zona, pues en esta época del año se puede sudar por lugares que no sabía que se podía, pero como los japoneses son así, durante el camino encontraréis multitud de tiendas y máquinas de bebidas, no solo con agua, sino con bebidas isotónicas, de aminoácidos, de proteinas, multivitaminadas… y todo lo que os podáis imaginar.

Al finalizar el camino es buen momento parra comer en algún restaurante de la zona, donde aunque no tengáis nociones de japonés podréis pedir con las replicas de los platos que tienen, donde comeréis sobre un tatami arrodillados, y realmente os sentiréis más integrados.

La comida, con un buen granizado de postre, fresquito y con buen sabor, nos da fuerzas para realizar la parte de turismo de la tarde, donde manteniéndonos firmes a nuestras creencias, no hay mejor manera de conocer una ciudad que andando, y así nos dirigimos a visitar el Templo Tokufuji, pero sin perder de vista los templos Namyo y Komyo, que se encuentran de camino. Una vez en Tokufuji nos sentimos hombres feudales, dentro de ese maravilloso paraje verde y repleto de Templos, que nos agrada y nos recuerda los motivos por los que Kioto no fue eliminada del mapa en la Guerra.
El Templo Tokufuji dispone en su entrada de un gran templo al que puedes acceder (previo pago) y disfrutar, tras una gran escalera, no solo de una gran vista exterior, sino también una gran vista interior, pues dispone de una sala impresionante repleta de grabados y madera labrada que nos deja con la boca abierta (casi tanto como con su explicación en japonés). Bajamos del templo y continuamos el camino hasta otro acceso donde, previo pago, visitamos una casa tradicional con su jardín zen. Conviene venir con tiempo a este templo, pues dispone de grandes jardines por los que pasear y mucho más que ver. La entrada al templo son 600 Yens, al igual que al jardín de piedra… pero estar allí no tiene precio…

Tras este templo nos dirigimos al Templo Sennyu, igual de impresionante, pero era algo de esperar tras el largo camino y acceso a través de un parque, encontrándonos con un templo bien cuidado que permite visitar los aposentos de los antiguos inquilinos. Aposentos bien cuidados y que permiten hacernos una idea de la vida que se llevaba en la zona. Como es habitual, tras el anterior templo, en Kioto tienen la costumbre de cobrarte al entrar, pero eso no te da permiso a ver todo, así que tras acceder al recinto os tocará pagar de nuevo para ver el interior… como nos ha pasado a nosotros.

Tras un largo día de templos, decidimos cambiar de registro e ir a cenar a la zona de Gion, cerca de Pontocho, pudiendo llegar en tren. Para hacer un poco de tiempo paseamos por la zona comercial de Gion, visitando el mercado de Nishiki, donde se puede adquirir todo tipo de alimentos frescos, dulces y alguna que otra curiosidad, como unos peluches de gatos preciosos que sirven para regalo y que, hechos a mano, harán las delicias del receptor del regalo.
Todos los alrededores de este mercado están repletos de calles comerciales cubiertas donde se puede adquirir de todo y no tiene nada que envidiar a Tokio. Sorprende la cantidad de tiendas exclusivas, como Tiffanis, Channel, Armani, Louis Vuitton,… que encontramos a cada pocos pasos… y más sorprende verlas llenas en plena época de crisis.

La cena, en un restaurante de los que ves por la tele, pasandote los platos por delante de tu mesa a través de una cinta automática, sale por menos de 900 por persona, bebida incluida… aunque recordad que en Japón podéis beber todo el agua que queráis con la comida, pero cualquier otra consumición te sube bastante el precio.

Una vez saciado el hambre, cogemos un tren y de retorno al alojamiento.

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