Para nuestro último día en Kioto habíamos reservado dos de las visitas que más ilusión me hacían, así como una tarde placentera de compras y derroches en la ciudad. Tras varios días de mucho andar y mucho bus confiábamos con tener un día relajado… y así fue en parte. El día se levantó con un calor impresionante y un sol que cegaba.

Haciendo nuestra pertinente visita al Family Mart (la tienda 24h que teníamos debajo de casa) nos cargamos de bebidas de proteínas y algún “bollo” para ir desayunando en ruta. Esta vez habíamos decidido dejar a un lado los buses y cogimos el metro que nos llevaba relativamente cerca del Palacio Imperial, en la parada de Marutamachi de la línea Karasuma. Nada más salir del metro nos encontramos con un gran jardín en el que nos adentramos y encontramos las murallas del jardín propio del Palacio, que es gratuito y requiere previa cita con cuatro días de antelación, cosa que no hicimos (la novatada), pero sí que pudimos conseguir cita para visitar el interior de las instalaciones del Palacio Imperial. De forma gratuita (algo raro en Kioto), nos tomaron los datos y pasaportes para hacernos un pase, que nos permitía entrar en grupo y con guía al interior de mismo.

Una vez dentro del Palacio nos llevaron a una sala de espera, donde pusieron un vídeo de introducción del mismo, con su historia y datos técnicos que tendrá que añadir D.R., pues yo estaba en el aseo intentando encontrar la lentilla que se me había introducido por el interior del ojo, y pensé que había ya perdido cuando, al entrar en la sala de espera, noté como algo salía a presión de mi parpado… y me tuve que mantener durante todo el día con tan solo una lentilla y el consecuente dolor de cabeza que ello genera.

La visita al Palacio duró una hora, y fue amenizada por las explicaciones en inglés de una mujer japonesa que se quejaba bastante del calor y se notaba que tenía bastantes ganas de terminar e irse a su zona de descanso. No obstante pudimos disfrutar de los jardines del Palacio, los edificios de madera impresionantemente labrados, con los detalles dorados y blancos que resaltaban con el gran sol que hacía. Dentro de uno de esos edificios nos permitieron ver, a través de sus muros, lo que realmente era la residencia Imperial, que era francamente grande y preciosa, rodeada por un gran jardín de piedra.

Pero si debemos destacar algo era una de los jardines frondosos y verdes, con un lago en su interior y puentes de piedra que te permiten pasar de una zona a otra (a los turistas no), pero que refrescaba con tan solo estar allí y daba una imagen que contrastaba con los colores oscuros de la madera empleada para la creación de los edificios imperiales.

Tras la visita al Palacio Imperial continuamos nuestro camino paseando a buen ritmo, y acompañados en todo momento por un bote de refrescante agua isotónica, para llegar, al fin, al Castillo Nijo, uno de los mas bellos del país pero que, al igual que a otros muchos turistas, nos sorprendió encontrarlo cerrado al ser martes de Agosto… por lo que hicimos unas pocas fotos en su exterior y fuimos dirección al centro de Kioto, para continuar con un par de templos y últimas compras. Cuando decimos que nos dirigimos paseando es literal, paseando, pero a un ritmo endiablado y unas distancias que mucho maratonianos realizan como entrenamiento cada día.
Una vez de nuevo en la zona de Gion y el mercado de Nishiki pudimos vivir más de cerca el ambiente de compras, al adentrarnos nosotros mismos en esa rutina, no sin ello hacer un receso de 20 minutos para comer en un restaurante de la cadena Star, donde sirven unos fantásticos Omelettes, o tortillas en nuestro país, acompañadas de pescado, pollo o cerdo, todo ello con cantidades ingentes de agua, pues el liquido que perdíamos sudando no lo reponíamos por mucho que bebiéramos, y es que los kilos que hemos perdido en este viaje no los he perdido en ningún gimnasio en tan poco tiempo.

Una vez comidos partimos de tiendas, comprando recuerdos, regalos para amigos y regalos para nosotros mismos… con paseo por el interior de Nishiki, mucho más abierto que el día anterior, y con un peculiar olor a pescado y comida recién hecha que se te impregna en la ropa, y te acompaña como un buen regurgitar del mejor manjar.

Ya con las bolsas de los regalos cogemos ritmo y nos dirigimos andando hasta la estación de Kioto, en cuyos alrededores aún tenemos mucho que visitar. Primera parada, el Excelsior Café, una cafetería al más puro estilo Starbucks, pero que pone a nuestra disposición unos maravillosos batidos de café y mango, respectivamente, que tomamos con gran placer, al igual que con el mismo placer disfrutamos de esos maravillosos asientos con agüita en su interior, y es que no todo es turismo, y el curry hace estragos, obligando a visitar establecimientos no solo por sus valores artísticos, sino también por los servicios que ponen a nuestra disposición.
Una vez ya entrados en faena turística, llegamos al templo Higashi Hongan, que se encuentra en reformas y cerrado por ese motivo, permitiéndonos ver lo que nos hemos perdido, con un exterior gigante, con unas preciosas murallas y con unos acabados orientales muy bellos.

Viendo el éxito de nuestra primera visita nos dirigimos al Templo Nishi Hongwar, que por el mismo motivo que el anterior está cerrado por obras y no abre hasta dentro de dos años.

Así que ya en un último intento vamos directos a la pagoda del Templo Toji, que no está en obras pero si cerrado por ser tarde, pero permite desde el exterior ver el motivo de nuestra visita, la alta pagoda de madera, sin apenas reformar, y que mantiene intacta la esencia de su época.

Con los deberes hechos nos dirigimos a la estación de Kioto, tras previa compra de bebidas para refrescarnos en una de esas máquinas que tan buenos momentos nos han dado en este viaje. En esta ocasión decidimos no cenar fuera, para poder disfrutar de algo que también cenan los japoneses, las pizzas a domicilio. No son muy distintas, pero si que tienen unos sabores muy peculiares y distintos a los nuestros, encontrando una maravilla de Pizza esponjosa de Teriyaki, que realmente me gustaría ver por España. Un poco de charla, de repaso de lo hecho en el día, y despedida de nuestra última noche en Kioto.
El día 3, y para no perder ritmo, madrugamos para poder tener un día completo que, aunque nublado, nos respetó todo el día.

Destino: el nordeste de Kioto. Para ello nos tomamos dos buenos “batidos” de proteínas, que nos dan fuerzas y vamos a la estación de Kioto haciendo uso de nuestro JR Pass, y en menos de 10 minutos nos encontramos en pleno centro de la ciudad, donde podemos coger un autobús que se dirige al famoso templo dorado, o Kinkaku-Ji. Menos mal que habíamos madrugado, pues el trayecto en bus tiene una duración aproximada de 1 hora, un trayecto largo pero "directo", ya que tras recorrer la gran urbe nos deja en la puerta del Templo, repleto de gente a su entrada. Por 400 Yens nos adentramos en uno de los templos que más nos han impactado, no solo por su presencia, sino por el entorno en el que está ubicado. Es fácil distinguir este templo de otros, pues está cubierto por un color dorado que con la luz de las primeras horas de la mañana refleja su brillo a través de las ramas del frondoso jardín que rodea el lago en el que se encuentra ubicado. Una imagen digna de una postal y que nosotros hemos vivido en primera persona.

Cientos de turistas de todos los lugares (nacionales e internacionales) se agolpan para hacerse la foto con dicha estampa de fondo. Tras hacer como cualquier turista paseamos por los jardines, perfectamente cuidados y que emanan tranquilidad a pesar de la gente que allí se encuentra. Pocas veces ves un bosque tan frondoso que abre paso a un maravilloso y espectacular bosque de bambús… así como pocas veces disfrutas de pequeñas cascadas que con tan solo verlas te refrescan en una calurosa mañana. Quizás se hace corto el paseo por el jardín, pero realmente tenemos mucho que ver y no nos podemos permitir tumbarnos y disfrutar del paisaje tanto como nos hubiera gustado (en Miyajima ya tuvimos bastante).

Dejamos atrás el Templo Dorado para visitar, cerca de allí, aunque haciendo uso del autobús (el 59 para ser exactos), el Templo Ryoann. 500 Yens de entrada para un templo en el que podemos disfrutar de un precioso jardín zen, pero ensombrecido por el gran templo que acabamos de visitar… y por encontrarse en obras, algo que nos habían avisado en la entrada, y de hecho
te enseñan fotos de cómo se encuentra actualmente, por si no quieres pagar por verlo, pero nosotros ya estábamos allí, y no sabíamos cuando volveríamos. A pesar de las obras, el jardín nos deja ver como se trabaja un jardín de este tipo y se puede apreciar bien el valor del mismo, y los motivos de su importancia, sentándonos un rato a contemplarlo en paz y armonía, con grandes dosis de Zen y de Tao, pues estabamosZenTaos”.

Cogemos fuerzas con unas latas de bebidas mega vitaminadas y mineralizadas, como las de Super Ratón, y nos dirigimos de nuevo al bus 59, que nos lleva a la parada de Omura Ninnaji, donde visitamos por unos módicos 500 Yens el templo Ninna-ji.

El último templo de la zona que visitamos antes de retornar a la estación de Kioto en el bus 26, que va directo desde allí y ahorra tiempo.
La estación es un buen lugar para comer, pues tenemos variedad de sitios donde escoger, y no nos tenemos que desplazar demasiado, pues aún nos espera un bus mas por hoy. Antes de comer subimos a la parte alta de la estación, que a pesar de no estar recomendada en ninguna guía, nosotros la recomendamos, pues tiene un mirador impresionante en su parte superior, tras un número incontable de escaleras mecánicas. Arriba, incluso, se puede tomar algo, ya que dispone de bancos en un jardín artificial creado para la ocasión. A mi, personalmente, me encanta pasear rodeado por figuras de Astroboy, puesto que en esta ciudad se encuentra el único museo del Manga del país, y por ese motivo hay muchas figuras y carteles decorativos de la obra de Osamu Tezuka.

Finalmente, y tras decidir no comer en un Indio, en un español, en uno de comida rápida o un Mister Donut, bajamos todo de nuevo para entrar en un restaurante pijo, pero asequible, pues los menús son baratos, pero donde no se esfuerzan en que les entiendas, y nos alimentamos de un buen plato de pasta (DR), y por mi parte un buen plato de Arroz con Curry para que el estomago coja su pertinente dosis de picante y así acumular durante horas un ardor y un regusto en la boca que no se quita por muchas bebidas extrañas que se tomen.
Con las pilas cargadas tomamos cualquiera de los buses que indican en su frontal la dirección de Ginkaku-ji, o lo que es lo mismo, el templo plateado. Sorprendentemente seguimos con nuestra racha de encontrarnos obras en las visitas, y el templo Plateado se encuentra en reformas, tal como nos indican en la entrada, pero realmente el templo no tiene tanto valor, a diferencia de su jardín, por lo que pagamos los pertinentes 500 Yens y accedemos, quedando confirmado que el templo tiene poco valor, pues no es plateado, no tiene plata… y tiene toda su parte inferior desmantelada y llena de obreros.

No obstante el paseo por su jardín, como ya pasara con el templo dorado, no tiene precio. Impresionantes lagos, impresionantes arboles, arbustos, musgo y hormigas (con lo que hemos pagado ya podemos impresionarnos con todo, ¿no?). Un paseo agradable que concluye en la pertinente tienda de recuerdos, como en todo templo, y donde queríamos coger fuerzas con uno de esos magníficos granizados que venden en este país, pero muy a mi pesar no encontramos ninguno en nuestro camino de vuelta, al menos uno que valiera la pena, pues los buenos son los que tienen topping de leche condensada.

El día no podía ser más peculiar, y nos encontramos allí con el jóven americano que habíamos conocido días antes en la excursión de Kamakura, y en esta ocasión estaba acompañado por su familia, que nos presentó, charlamos de fútbol y continuamos nuestra ruta… ruta que nos llevaría a lo largo del Camino de la filosofía, una ruta boscosa que rodea un pequeño canal, y donde encontramos multitud de templos, galerías de arte, cafeterías al más puro estilo francés y… muchos españoles, como en todo nuestro viaje. El largo Camino termina cerca del templo Eikan-do, pero lo que más valor tiene es el templo de Nanzen-ji, donde encontramos un templo gigante, con grandes pilares que lo mantienen elevado, y a cuya sombra hay turistas, japoneses, y chicas vestidas con sus kimonos de gala que pasean por la zona como si del Japón de hace 300 años se tratara. En esta zona nos sorprende encontrarnos el primer acueducto que vemos en el país, y funcionando, pues puedes subir a su parte alta y ver el agua correr entre tus piernas… o bien subir un poco más y disfrutar de la vista del templo junto a una preciosa pagoda integramente de madera que anuncia el inicio de un largo paseo de templos.

Haciendo honor de nuestros genes y nuestro sexo, hacemos una “machada”, esto es, dirigirnos a nuestro alojamiento, a mas de 7 kilometros de distancia, andando (que es gerundio) aunque viendo de camino el Museo de Arte Municipal de Kioto, el Kioto International Community House, e incluso haciendo una incursión previa en el templo de Yakasa, en pleno parque de Maruyama, con sus grandes contrastes de naranjas y blancos a la entrada, que separa el templo más tradicional, de la zona comercial más importante de Kioto, adentrándonos en la calle Gion para ver el ambiente y continuar nuestro largo trayecto hasta Inari.

Esta noche tocaba cenar algo más tradicional, y cenamos en un restaurante cercano a la casa donde nos hospedamos. Allí servían Okonomiyake (crepes japonesas) y otros platos. Por nuestra parte cayeron dos tortillas rellenas de carne y atún, así como una crepe repleta de atún y salsas, con un poco de ensalada de nabo para acompañar y un poco de Tofu… todo ello por un módico precio, y permitiéndonos dar por zanjado otro día en Kioto, no sin antes visitar un bar mexicano, donde se hablaba español, y nos contaron los problemas para mantener un negocio de este tipo en una época tan complicada…

Tras descansar, y levantarnos mas tarde, dada la hora de “cierre” del día anterior, comenzamos lo que ha sido una de las rutas más duras de Japón, pero también más bonitas. Dada nuestra ubicación, cerca del monte Inari, comenzamos nuestro turismo en Kioto por Fushimi Inari y el monte Inari, donde se puede llegar andando o desde la estación de tren de Inari (que si tienes JR Pass puedes ir gratis).

Según nos acercamos nos dan la bienvenida dos grandes toriis que nos indican el camino a seguir para nuestra ruta del día, con el templo de Fushimi Inari como primera parada. Un templo precioso, donde comenzamos a notar las diferencias con los templos de Tokio, y donde predominan los jardines y zonas boscosas que rodean a los mismos.
Os recomendamos, si os gusta andar, que tras el templo os adentréis en el propio monte Inari, pues es una ruta impresionante, en ascenso todo el tiempo, y que seguramente en otra época del año se pueda hacer mejor, pues el calor nos derretía, pero que te permite disfrutar por un largo camino en cuesta o con escaleras, enmarcado por sucesivos toriis que te señalan el camino y que te adentran en un mundo de espíritus y templos del Japón más clásico.

El camino está rodeado por multitud de altares donde la gente de la zona realiza sus rezos y plegarias, deja sus mini toriis como tributo o bien llevan comida para presentar sus respetos en sus respectivos altares.

Una imagen impresionante que culmina en la parte alta del monte, desde donde se aprecia una vista preciosa de Kioto, momento en el que te das cuenta del gran ascenso que has realizado “sin darte cuenta”.

Realmente el camino es duro y largo, y el regreso, circular, no se te hace pesado por seguir acompañado de todo tipo de altares, templos y estatuas que te abren camino de vuelta al Templo Inari. El consumo de agua es ingente en esta zona, pues en esta época del año se puede sudar por lugares que no sabía que se podía, pero como los japoneses son así, durante el camino encontraréis multitud de tiendas y máquinas de bebidas, no solo con agua, sino con bebidas isotónicas, de aminoácidos, de proteinas, multivitaminadas… y todo lo que os podáis imaginar.

Al finalizar el camino es buen momento parra comer en algún restaurante de la zona, donde aunque no tengáis nociones de japonés podréis pedir con las replicas de los platos que tienen, donde comeréis sobre un tatami arrodillados, y realmente os sentiréis más integrados.

La comida, con un buen granizado de postre, fresquito y con buen sabor, nos da fuerzas para realizar la parte de turismo de la tarde, donde manteniéndonos firmes a nuestras creencias, no hay mejor manera de conocer una ciudad que andando, y así nos dirigimos a visitar el Templo Tokufuji, pero sin perder de vista los templos Namyo y Komyo, que se encuentran de camino. Una vez en Tokufuji nos sentimos hombres feudales, dentro de ese maravilloso paraje verde y repleto de Templos, que nos agrada y nos recuerda los motivos por los que Kioto no fue eliminada del mapa en la Guerra.
El Templo Tokufuji dispone en su entrada de un gran templo al que puedes acceder (previo pago) y disfrutar, tras una gran escalera, no solo de una gran vista exterior, sino también una gran vista interior, pues dispone de una sala impresionante repleta de grabados y madera labrada que nos deja con la boca abierta (casi tanto como con su explicación en japonés). Bajamos del templo y continuamos el camino hasta otro acceso donde, previo pago, visitamos una casa tradicional con su jardín zen. Conviene venir con tiempo a este templo, pues dispone de grandes jardines por los que pasear y mucho más que ver. La entrada al templo son 600 Yens, al igual que al jardín de piedra… pero estar allí no tiene precio…

Tras este templo nos dirigimos al Templo Sennyu, igual de impresionante, pero era algo de esperar tras el largo camino y acceso a través de un parque, encontrándonos con un templo bien cuidado que permite visitar los aposentos de los antiguos inquilinos. Aposentos bien cuidados y que permiten hacernos una idea de la vida que se llevaba en la zona. Como es habitual, tras el anterior templo, en Kioto tienen la costumbre de cobrarte al entrar, pero eso no te da permiso a ver todo, así que tras acceder al recinto os tocará pagar de nuevo para ver el interior… como nos ha pasado a nosotros.

Tras un largo día de templos, decidimos cambiar de registro e ir a cenar a la zona de Gion, cerca de Pontocho, pudiendo llegar en tren. Para hacer un poco de tiempo paseamos por la zona comercial de Gion, visitando el mercado de Nishiki, donde se puede adquirir todo tipo de alimentos frescos, dulces y alguna que otra curiosidad, como unos peluches de gatos preciosos que sirven para regalo y que, hechos a mano, harán las delicias del receptor del regalo.
Todos los alrededores de este mercado están repletos de calles comerciales cubiertas donde se puede adquirir de todo y no tiene nada que envidiar a Tokio. Sorprende la cantidad de tiendas exclusivas, como Tiffanis, Channel, Armani, Louis Vuitton,… que encontramos a cada pocos pasos… y más sorprende verlas llenas en plena época de crisis.

La cena, en un restaurante de los que ves por la tele, pasandote los platos por delante de tu mesa a través de una cinta automática, sale por menos de 900 por persona, bebida incluida… aunque recordad que en Japón podéis beber todo el agua que queráis con la comida, pero cualquier otra consumición te sube bastante el precio.

Una vez saciado el hambre, cogemos un tren y de retorno al alojamiento.
Tras una plácida noche de reposo en un hotel confortable para reponer fuerzas, nos levantamos un poco más tarde de lo habitual, no por nosotros, sino por obligación, puesto que el Hotel no sirve desayunos antes de las 7:30h de la mañana.
Con una buena elección de desayuno japonés, con té verde, todo tipo de ensaladas orientales, arroz y tofu, cogemos fuerzas para el día, lleno de turismo y viaje.

Nos dirigimos al Ferry de vuelta para Miyajimaguchi, donde cogemos el tren dirección Hiroshima. Un corto viaje con cambio de tren en Shin-Osaka que nos traslada en el tiempo a una ciudad donde la bomba atómica causó estragos hace menos de 70 años, y que en poco tiempo se ha reconstruido a si misma, manteniendo el espíritu y el respeto por los jardines, y generando a su alrededor todo tipo de turismo empleando como base la bomba. La parte “antigua” e industrial de la ciudad no tiene mucho que aportar, pero en seguida llegamos al impresionante Castillo de Hiroshima, construido en 1589, destruido completamente por la bomba atómica, pero restaurado en los años 60.

En su interior nos encontramos con un museo con objetos de la época de su construcción. Aunque parezca cara la entrada en comparación con los costes de acceso a museos de Tokio, no daremos por perdido el dinero al disfrutar en su parte superior de un paisaje espectacular, pues posee un mirador desde donde podemos tener una impresionante vista de 360º de Hiroshima. Os recomendamos ir en forma pues llegar arriba supone subir bastantes escaleras.
Por lo demás vemos maquetas de la época, recuerdos, figuras y armaduras que nos permiten acercarnos de una forma instructiva a la forma de defensa de dicho Castillo en su origen. Lástima que nos sorprendan con una gran vitrina de recuerdos del equipo de fútbol de la ciudad, que desentona con el resto del Castillo, pero sigue siendo meramente una anécdota, y forma parte de la historia de la ciudad.

Tras dejar atrás el Castillo nos acercamos al Dome, el único edificio que quedó en pie tras el ataque y que nos recuerda lo que allí ha acontecido. Francamente impresiona encontrar un edificio en esas circunstancias, y te hace pensar en como debió ser el ataque para dejar sólo un edificio en pie y en esas condiciones. Todos los allí presentes nos quedamos impresionados al imaginarnos la zona en el año del desastre… un recuerdo que nos quedará marcado de este viaje. Alrededor del edificio nos piden que firmemos en contra de las armas atómicas en el mundo entero… algo a lo que nos unimos.

Desde allí nos adentramos al Parque de la Paz, un lugar creado para conmemorar la paz que el país entero solicitaba tras el gran ataque, y que han llenado de zonas verdes y monumentos en homenaje a los caídos, a los afectados y a los niños que sufrieron dicha guerra. Un lugar para pasear y ver como siguen viviendo muy de cerca aquel acontecimiento, mas aún en estos días, que se acerca el aniversario del mismo.

Cruzando un monumento con una llama encendida nos acercamos al Museo en memoria de las victimas, un Museo que bien podria ser el museo de los horrores, pero han convertido en todo un recorrido histórico desde los origenes de las armas atómicas, los motivos por los que Hiroshima fue la seleccionada para dicho ataque, y las consecuencias que dejó dicha elección.

Consecuencias que vemos a través de restos de ropas de niños y personas afectadas, replicas de la ciiudad antes y después de la bomba... algo que logra ponerte la piel de gallina… aunque lo que más me impactó fue la presencia de un reloj que marcaba las 8:15… hora del desastre… quedando grabado para siempre en un reloj que “sobrevivió” a aquel hecho.

Ciertamente han conseguido ambientar perfectamente el museo, no quedando grotesco, a pesar de encontrarte escenarios con figuras a tamaño real con restos de sangre y de efectos secundarios. Sorprende que tengan a disposición del visitante restos de materiales que han sufrido los efectos de la radiación y que nos permitan tocarlos, para tener más cerca aquel momento. Todo un "homenaje" a una ciudad que ha sabido reponerse en poco tiempo al gran destrozo que sufrió por parte del ejercito americano y que todo un país ha sabido aceptar y vivir con ello, reforzando la unidad que se vive en estos días en los que se cumplen 64 años desde el gran acontecimiento, y que como podéis ver en estas dos fotos realizadas en el Museo, supusieron un gran impacto y una gran repercusión no solo para la ciudad sino para toda la humanidad.



Tras un impactante repaso de lo vivido por la ciudad, y llevarnos la sensación de estar más unidos a Japón y más alejados de los motivos de USA, nos dirigimos a Hondori. Lo que durante años fue la parte más comercial de la ciudad y del país, que ha sido reconstruida tras la bomba para sorprendernos con una calle comercial actual, repleta de tiendas de lujo y de ropa, electrodomésticos, tecnología, comida… toda una avenida cubierta impresionante que no tiene nada que envidiar a las grandes calles de Tokio y que te acercan a la imagen de país de luces, colores y música que siempre tenemos al imaginar las grandes urbes niponas.

Sin tiempo para visitar el Museo de Arte de la ciudad, que no teníamos previsto desde un principio, podemos decir que hemos revisado lo principal de una ciudad que podéis visitar en un día y así seguir con vuestro viaje, tal como hicimos nosotros, continuando nuestro viaje en tren por Japón con destino Kioto.

En 2 horas llegamos a la que fue capital de Japón y la residencia del emperador desde el 794 hasta 1868. En la actualidad la séptima ciudad más grande del país con más de 1,4 millones de habitantes y que mezcla perfectamente la tradición y la espiritualidad de templos y jardines con la imagen moderna del país de las nuevas tecnologías. La ciudad ha sabido mantener su valor histórico, y es que debido a su gran valor fue eliminada de la lista de ciudades como posibles objetivos de las bombas atómicas durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando llegábamos no nos hacíamos una idea de los innumerables templos, santuarios y otras estructuras de valor histórico que sobreviven en esta impresionante urbe.
Para Kioto os recomendamos ir con los pies descansados, con el cuerpo en perfectas condiciones y con muchas ganas de pagar, pues en todos los sitios que visitéis os van a cobrar… y no poco.

Dada la hora de llegada a la ciudad no hicimos turismo normal, pues los templos estaban cerrados y estábamos cansados, pero hicimos otro tipo de turismo… turismo de marcha, pues gracias a un contacto que teníamos en la ciudad nos sacaron a conocer un poco la parte de marcha de la ciudad, las zonas de bares y fiesta que no nos imaginábamos al llegar. Toda la zona se encuentra en los alrededores del río Kamo, y han aprovechado para ubicar en esa zona muchos locales de copas y cena en la orilla del río, creando un ambiente bucólico e intimo que no tiene precio.
Tras pasear un poco por Pontocho, zona recomendable para cenar, nos adentramos en un restaurante donde te sientas en una habitación privada, sin zapatos, para que disfrutes íntimamente de la cena, y puedas disfrutar del sake sin molestar al resto de comensales. A pesar del precio de la cena, la calidad de la comida y el buen servicio nos permiten decir que ya hemos disfrutado de otro de los restaurantes típicos japoneses.

Tras salir, y como es típico en la ciudad, paseamos en busca de algún local donde tomar algo, teniendo en cuenta que están repletos de bares, y que no podéis buscar solamente los bares que os gusten y que den directamente a la calle, pues en Japón es típico que los bares y restaurantes ocupen todos los pisos de los edificios.
Nosotros comentaremos los locales que visitamos, pero podéis entrar en cualquiera, todos ellos recomendables seguramente. La primera parada era curiosa, pues nos llevaron a un local de Salsa, donde se hablaba algo de español y veías como los japoneses demuestran sus habilidades con el baile latino, aunque a muchos les faltara la sangre caliente que se necesita para disfrutar del mismo. La entrada eran 2000 Yenes, pero incluía dos consumiciones, y es algo que se necesitaba ver.
Como sabían mi afición por la serie Gundam nos llevaron a un local dedicado a dicha serie, todo decorado con maquetas y pósters de la misma, y con la música original. Todo el mundo amable y atento e interesándose por saber si en España conocíamos la serie.
Tras dejar este local, y dado que ese tipo de bar nos gustó, nos llevaron a otro donde cada mesa emulaba estar dentro de una celda… muy original, económico (para lo que es la zona) y con buena atención. Otro de esos locales que ves en la tele y deseas visitar.
Para rematar la noche, y poder descansar algo para lo que se avecina de turismo, nos llevaron a un local a la rivera del río, donde puedes comer algo y tomar una copa hasta altas horas de la madrugada, con un precio elevado si no estás acostumbrado a salir de marcha por Madrid o Barcelona, y que realmente demuestra que la atención al cliente es lo suyo en Japón, pues en todos los bares el camarero, siempre joven, se acerca a tu mesa y se “arrodilla” para que tu estés por encima de él, aún sentado, y te pregunta por lo que deseas con un trato que nos sigue sorprendiendo. De aquí destacar que descubrimos una de las tapas que tomaban en esta zona, y consistía en cartílago de pollo rebozado... es decir, todo eso que nosotros tiramos ellos lo emplean como ración.

Taxi y al hogar (en este caso no necesitábamos Hotel, pues una buena amiga nos prestaba su casa… y desde aquí reiteramos las gracias). Como recomendación en la marcha nocturna... tenéis que beber copas, pues el zumo y las cañas son mucho más caras que las copas que en España te cuestan un riñón.
Como todos los días, a las 6:15 nos levantamos con muchas ganas después de descansar muy bien la noche anterior. Cogemos el tren de Hakone-Yumoto a Odawara donde tomamos un desayuno rápido de un café y un bollo con mantequilla y mermelada de fresa. Después de acudir a la oficina de tickets y encontrar un sello para la Lonely, nos atendió una chica muy maja que nos entendió a la primera y nos dió los billetes para Shin-Osaka y con un transfer a Hiroshima. Han sido más de 4 horas de viaje en Shinkansen, muy cómodos, rápidos y con detalles curisoso como departamentos con mesas para familias, vagones silenciosos para gente que quiere dormir y otros detallitos. Vimos que los japoneses, al viajar a estas horas, entre las 11 y las 12, compran una cajita de comida en la estación y una botella de te, realizando la comida en el propio tren. Tomamos nota.

Tras llegar a la estación de Hiroshima nos encontramos con un centro comercial donde había unos restaurantes, tiendas de recuerdos (los peluches de los trenes entre otros) y supermercados. Comimos en un restaurante muy bien atendidos y con una comida muy rica. Tras eso, viaje a Miyajima-Guchi en un tren normalito, y tras un vistacillo a las tiendas, sobre las dos de la tarde nos montamos en el ferry a Miyajima, viendo ya el tori sobre el agua a lo lejos. Es muy espectacular por que se junta la visión del tori, un templo, el agua del mar y las montañas del fondo, resultando una escena muy bucólica.

Tras bajar del ferry, paseito al lado del mar buscando al tori y el hotel. Tras localizar el hotel fuimos recibidos muy amablemente y por fin tras enseñarnos la habitación nos dieron un té frio como se hace habitualmente en japón (N. de DP: practicando un poco nuestro japonés), La habitación muy bonita, con buenas vistas a la montaña y al tori. Nos vimos en la obligación de hacer un video para presentar la habitación que vereis en breve.
Tras dejar las cosas, empezamos la ruta para visitar la "tohoto Pagoda" y continuando la ruta el templo Daishoin. La ruta es muy sencilla y nos permite dar un paseo entre unos árboles antiguos, los cuales curiosamente están etiquetados. El templo me ha resultado gratamente sorprendente, con unos dragrones realizados en madera y unos acabados fantásticos (N. de DP: a mi personalmente me ha impactado... pocas veces lo ha logrado un monumento, y eso que he visto muchos) . Continuamos nuestra ruta bajando por Teki Alley para ver la "Itsukushima", un templo sobre la agua que cuando sube la madera parece flotar, el templo Daiganji, el Senjokaku que es el mayor edificio de madera y la pagoda de 5 pisos.

Todo iba bien hasta que empezamos a ver que a las 5 todo cerraba, así que rápidamente buscamos unas bolas rellenas de carne de Hiroshima muy ricas y unas galletas rellenas de chocolate muy típicas de esta zona, aunque las había rellenas de alubias (N. de DP.: No vuelvov a comer alubias), de té y otras farfollas. Con esto y dado el día por concluido, fuimos a ver el anochecer junto al tori. Muy bonito y relajante, estar junto a al mar, viendo el tori, oyendo el choque de las olas contra las piedras, de no ser por los ciervos salvajes que en cuanto olían la comida se acercaban a nosotros. Una familia no tuvo otra idea que darle una galleta, y ya no se fue de la zona dandonos la lata a todos.
Tras el anochecer, y buscando unas cervecitas para la noche, estuvimos practicando el inglés con unas canadienses que vivían en Korea... solo el inglés, no penseis mal. Tras esto, ya de noche (que aquí a las 7 ya es noche cerrada) al hotel a ducharnos, escribir estos breves párrafos e intentar guardar fuerzas para nuestra siguiente etapa, Kioto.

Nuestra recomendación es que no os quedéis a dormir en Miyajima como nosotros, hay barcos hasta las 22 horas, y seguro que en Miyajima-Guchi o en la misma Hiroshima (a 15 minutos) tendréis más ocio nocturno que aquí, venid por la mañana, hacer la ruta y si tenéis muchas ganas podeis quedaros hasta las 8 y verlo de noche.

The next station, Kioto (sigo practicando el inglés para mañana por si acaso ;) )
Comenzamos a contar por este día, más reciente para nosotros, y ya iremos subiendo las correspondientes aventuras de los días previos, todos ellos en Tokio.

El día de despedida de Tokio, estando muy cansados, se presentaba largo y lluvioso. A las 6:15h nos levantamos, como todos los días, para bajar al desayuno buffet oriental del Hotel, coger fuerzas y estar listos para el día que teníamos que afrontar.

Tras haber preparado todo el día antes, nos dirigimos a una agencia de transportes para mandar nuestro equipaje a Kioto, nuestra segunda localización principal en Japón, y de esa forma viajar con menos equipaje y poder hacer turismo unos días sin el lastre de las maletas y las compras.

A las 8 horas llegabamos a la estación de Shinjuku para activar el Japan Rail Pass, que usaríamos desde el día 31, y adquirir el Hakone Free Pass para tener todos los viajes del día cubiertos.

Tras las gestiones nos dirigimos a Hakone en un tren normal (algo raro en Japón), en la linea Odakyu, que nos llevó hasta Odawara, donde hicimos un "transfer" para seguir hasta Hakone-Yumoto, todo ello con la puntualidad japonesa, permitiendonos bajar de un tren y enlazar con el siguiente en menos de 30 segundos.

Una vez en Hakone, dejamos el poco equipaje en el Hotel, pues en este país el Check-In se hace más tarde que en España, y partimos a la estación de trenes, donde cogimos el Hakone Tozan Railway, que nos llevaría hasta Gora, ascendiendo más de 300 metros de altitud, de una forma bastante peculiar, pues el ascenso se realiza cambiando de vía en zig-zag, todo ello acompañado de un fantástico paraje natural, con un espeso bosque que rodea las vías pero permite ver la altura que tomamos.

En Gora fué un buen momento para almorzar, tomar fuerzas, y subir en el funicular que nos llevaría a Sounzan, con pocas paradas y en menos de 10 minutos estaríamos en nuestro destino, donde no paramos a descansar, pues allí cogímos el teleférico de Hakone, que nos llevaría a Togendai, donde nos anunciaban que si la visibilidad era buena podríamos ver el monte Fuji... lo cual no pudo ser, y nos obliga a volver otro año, lo que implicaba suspender también la excursión a Fuji dada su baja visibilidad. El teleférico asciende hasta Owakudani, donde tenemos que hacer un transbordo para seguir nuestro camino. Todo el viaje en este medio de locomoción, espectacular y frondoso, nos dejó impactados, y destacamos la presencia de actividad volcánica que se nota por la cantidad de humo que sale de la propia montaña, donde se cuecen huevos en agua y se ven pequeños charcos hirviendo a lo lardo del camino.

Una vez bajamos del Teleférico nos dirigimos al barco pirata... sí, barco pirata... pues ahora el camino continua a lo largo del lago Ashi, donde en otras condiciones se podría ver el Fuji, lo cual no pudo ser, pero sí que disfrutamos del viaje en este peculiar barco, que además contaba con pirata propio para hacerse fotos contigo (al módico precio de 1000 Yens), pero lo más importante son las vistas fantásticas con las que cuenta este maravilloso paseo hasta Hakonemachi.

Tras llegar a Hakonemachi, y gracias a las buenas explicaciones e indicaciones de todas las guias y la propia ciudad, sufrimos nuestra primera "situación conflictiva" del día, pues no encontrabamos el camino de cedros milenarios que nos llevaría de vuelta a Motohakone, por lo que cogimos el autobus hasta Hakone-Yumoto... y en menos de 3 horas habíamos estado dando la vuelta a la montaña en practicamente todos los medios de locomoción posibles.

Una vez de regreso al pueblo sufrimos el segundo percance del día... y es que allí todo cierra a las 6 de la tarde, con lo que nos obligaba a bajar el ritmo endiablado de vida que llevabamos en Tokio, y nos permitia realizar un descanso forzoso, cogiendo algo de cena en un 7 eleven, que nos salvaron la vida en más de una ocasión, y es que en este pueblo no quedan tiendas ni restaurantes a partir de estas horas, y los pocos que hay son excesivamente caros o raros... que no era la idea. Así que tras coger algo caliente para cenar nos dirigimos al hotel que, como norma, como muchos Ryokan (hoteles típicos japoneses), tienen hora de cierre, o más bien toque de queda, tras la cual ya no se puede entrar.

La sorpresa fue mayuscula al recibirnos en el hotel una mujer bastante arisca y con un japonés cerrado, bastante difícil de entender (como es obvio, de inglés ni papa). Madre mía que disgusto al ver que, tras entendernos, nos llevaba a la habitación por unos callejones oscuros, cruzando por unas tablas de madera... donde pensabamos que moriríamos... y entrabamos en una nueva casa en la que había mosquitos como nuestra cabeza (prueba de ello en mis piernas... que aún se notan sus marcas). La habitación al menos era limpia y acogedora, con aire fresco... agua caliente para el té... pero no tenían toallas para nosotros, y tenía como música ambiental la maravillosa estación de trenes y la vía central de la misma a menos de 50 metros de nuestra ventana... pero estabamos tan cansados que recuperamos fuerzas, durmiendo casi el doble de lo que llevabamos de media en Japón.
Tokio, 31 de Julio de 2009 a las 21:25... si, estamos en Japón, pero por problemas ajenos a nosotros (Internet en el hotel) y no tan ajenos (estamos más muertos que Michael Jackson-unos más que otros) no estamos pudiendo actualizar el blog tanto como queríamos, pero prometemos que si sacamos un rato, y tenemos Internet, os contaremos nuestras aventuras. Sino las podréis ver a nuestra vuelta donde con Internet y tiempo subiremos todas nuestras aventuras completas.

Por ahora os delantamos que llevamos cuatro días en Tokio (con excursiones a Nikko y Kamakura... y algunas compras). Hemos visitado Hakone-Monte Fuji y hoy Miyajima. Mañana partimos para Kyoto...

Esperamos contar con Internet y contaroslo lo antes posible, indicando cada día de nuestra agenda. Comenzaremos indicando el día correspondiente a nuestro viaje, para haceroslo más ameno y por estancias en ciudades.
Antes de salir de viaje a Japón, y a falta de unos días, conviene revisar que tengas todo lo básico preparado para afrontar la aventura. No me refiero a mirar si tienes mudas limpias, cepillo de dientes, peine o calcetines... todo eso es importante, pero hay unas cuantas cosas que tienes que tener bien clasificadas para asegurarte un viaje cómodo:

  • Billete de Avión. Revisa las horas de salida y llegada, contando con el cambio horario, para no perder el vuelo. Ten una copia impresa del billete si es online para evitar disgustos de última hora, y asegurate de hacer el Checkin online si se puede con la compañía con la que viajas. Alitaliapuede, que es con la que vamos nosotros.
  • JapanRailPass. Si no has oído nunca el nombre, mal vamos. Es la forma más barata y cómoda de viajar por Japón. Se trata de un pase de 7, 14 o 21 días con el que puedes viajar por todo Japón gratis, siempre dentro de las lineas de tren que pertenecen a esa compañía. Nosotros hemos hecho un cálculo y nos compensa coger elJRPass de 7 días, por menos de 250 €, y así viajar todo lo que queramos. Para adquirilo debes hacerlo desde fuera de Japón, en tu propio país. En la página oficial te dicen donde.Recuerda tenerlo a mano, pues debes canjearlo nada más llegar al aeropuerto.

  • Pasaporte. Ahora que ya estás en el aeropuerto te pedirán el pasaporte. No seas descuidado y te lo dejes en casa. Para Japón no se necesita visado, pero si vas de turista debes llevar el pasaporte al día.
  • Dinero en Yens. Siempre es bueno llevar el dinero ya cambiado, para evitar sorpresas o colas. Puedes hacer como en la Bolsa, esperar el momento mejor para cambiarlo y no perder dinero. Para que os hagáis una idea, en tan sólo 5 días ha pasado el euro de 113 Yens a 133... por lo que nos compensaba cambiarlo antes de que bajara el €.
  • Reservas de Hotel impresas. Asegurate de llevar todas las reservas de Hotel impresas para evitar disgustos de última hora. Así como las direcciones de los mismos y bien estudiado como llegar, pues olvidate de coger un Taxi, que es muy cómodo... pero muy caro.
  • Planos. ¿Ya estás en Japón y no tienes plano? En cualquier guía de viaje tienes uno, en nuestro caso la LonelyPlanet, pero siempre es bueno haber impreso antes de viajar un plano de metro y buscar, nada más llegar, la oficina de turismo más cercana y que te den todos los folletos que puedas coger.
Ahora que te has asegurado que llevas todo lo necesario, prepara la ropa, neceser, almuerzos y demás cosas que, aunque se te olviden, siempre se pueden comprar allí.